1 de 6- La estúpida apuesta
Los que me conocen me llaman “El Cabota” (el cabezón) no sólo por el tamaño de mi apéndice. La verdad es que tengo una muy merecida fama de tío coñazo, que cuando se plantea una cosa, no para hasta lograrlo… o lo lleva al hospital.
Dije que subía con la vieja Frontera por la “cuesta del pollo”, una abrupta subida en Z que llevaba al antiguo criadero de gallinas, llena de piedras como tomates, y lo hice.
Dije que la Sanglas de “El Picolo” podía vadear el río por la zona del lavadero sin pararse y, pese a sentir por un momento que la cuatro tiempos se iba a calar y con ello acabar corriente abajo, al final la jodida no se ahogó y llegue a la otra orilla.
Bueno, también dije que con la Mecatecno de trial que estaba tirada en el solar al lado del Cuartel de los Civiles podía bajar por el “camino del pico”… y bajar bajé, pero no encima de ella. En mi favor tengo que decir que fue por culpa del freno que falló, porque yo la estaba llevando por el sitio hasta que se embaló más de la cuenta. Se pudo arreglar con unos puntos y un mes de escayola. Y la Mecatecno … bueno, todavía está en el fondo del barranco. Como no es de nadie…
Pues bien, ahora por culpa de mi cabezonería estoy a seiscientos kilómetros del pueblo con una lluvia que, si fuera de día, no dejaría ver a más de 50 metros. Y si la luz de la Impala fuera algo mejor -vamos, si luciera- a lo mejor podría dejar de adivinar hacia qué lado es la siguiente curva...
Iustración de Miquel Graells |
Pues bien, ahora por culpa de mi cabezonería estoy a seiscientos kilómetros del pueblo con una lluvia que, si fuera de día, no dejaría ver a más de 50 metros. Y si la luz de la Impala fuera algo mejor -vamos, si luciera- a lo mejor podría dejar de adivinar hacia qué lado es la siguiente curva...
La cosa empezó como todas: en el casino de la plaza del pueblo, después de unas rondas.
-“Yo con esta moto recorrería tantos kms.”
–“Yo con esta otra iría hasta el Atlas, en África”.
–“Yo si tuviera esa otra me recorrería la península de punta a punta”
Y claro, esa bocaza que me caracteriza se abrió: -“para recorrer eso no hace falta tanta moto”.
-“Ahora dirás que con el hierro de tu padre lo harías”
-“¿Con la Montesa Impala ?. Un sudor frío corrió por mi espalda. Cualquiera le toca la Sport a mi padre. –“Con esa 175 sería demasiado fácil” solté.
Y pasó algo sorprendente. Mi padre entró en ese momento por la puerta y a los amigotes les faltó tiempo para contarles mi fanfarronada. Y fue cuando se me desencajó la mandíbula: no solo no pasó del tema, sino que además ofreció voluntariamente su joyita para el reto.
De repente, “El Mangueras” dijo que pagaba la gasolina y el aceite para la moto. “El Ruedas” dijo que, como tenía que ir a la otra punta del país con el camión nos llevaba a la moto y a mí gratis para que yo hiciera el viaje de regreso. “El Dakariano” me prestaba su gps “con unas rutas grabadas perfectas para tu moto”. La Tere me miraba picarona (al final un día me hará pecar) y dijo que ella pagaba dos rondas a todos si llegaba.
4 comentarios:
Cada vez te superas mas. Esto está muy bien escrito.
Publica la continuación ya, por favor.
Esta Historia promete...Si señor !
Ah! y ha aparecido linkada en el foro del Motoclub Impala de Barcelona (al que pertenezco, por cierto).
Te pongo en mis blogs favoritos y voy a por el segundo capítulo.
Un saludo.
Jaume
Muy buena historia: genial, divertida y entrañable.
Un aplauso.
Ángel.-
En verano, la escuela secundaria, aprendí a montar en moto, pero mis habilidades de conducción pobres, siempre tome la mala aceleración. Normalmente me gusta ver la reunión de la motocicleta y acrobacias en moto, porque creo que es genial.
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