Miré un día la fecha del carnet de conducir, y me di cuenta que hace más de veinticinco años que aprobé el permiso importante, "el de moto", el A (en aquella época, A2). Así que me he propuesto daros un poco la brasa y contaros manías y anécdotas que me han ocurrido durante este tiempo. ¿Hasta cuando?... no lo sé, según me vaya acordando (algo difícil con este cerebro cada día más reblandecido que tengo)... o cuando digáis basta...
18- Muchos años sin mis amigos (dos)
El mayor de los problemas que tenemos los motoristas es muy simple: nuestra afición es peligrosa, muy peligrosa. Para mi desgracia, durante estos años he tenido que sufrir la pérdida de varios amigos, o lo no más agradable de ir a ver a otros al hospital.
De los que nos dejaron, voy a contar tres historias durante sus respectivas semanas, porque siempre los llevo en mi cabeza, en mi corazón... porque siempre viajan conmigo cuando salgo a dar una vuelta. Esto va para todos los que ya no están con nosotros.
Jose -o "pulido por la PGC"-
Jose -o "pulido por la PGC"-
A mi buen amigo Jose lo conocí en unas navidades a finales de los 80, y esas fiestas estuvimos rodando por las frías calles de nuestra ciudad, él con su Yamaha RD 125 (con carenado integral), y yo con mi nueva y flamante Suzuki GS 500... justamente la moto que a él le gustaba.
Total, que después de probar mi GS, él tenía claro que quería una: económica, fácil de conducir y suficientemente rápida. Pero al final le acompañaron a la tienda sus hermanos... que le aconsejaron que se comprara una mucho más grande Suzuki GSX-600 F: carenado, más potencia (casi el doble), más tamaño... y más peso. Así que como comprenderéis, él esperaba pulirme sin problemas... pero no era así. Muchas tardes que yo no trabajaba, le llamaba cuando sabía que él llegaba a casa, y con decir simplemente “ponte el mono de cuero que voy para allá” ya teníamos lista una salida. Pero ya digo, el resultado siempre era el mismo: en cuanto llegábamos a
una zona de curvas, yo me iba con facilidad y él apenas me veía.
una zona de curvas, yo me iba con facilidad y él apenas me veía.
Con la bella "segoviana" de Juanjo V. |
Como comprenderéis, se hizo la hora en que Jose llegaba a casa, y ahí estaba yo con “la Segoviana”. Nos miramos y lo tuvimos claro: íbamos a averiguar qué pasaba cuando lleváramos motos iguales.
Total, que fuimos hacia Alcublas-Bejís... y el resultado fue el mismo. La GPZ me parecía un auténtico juguete, entraba en las curvas sin mucho problema (las frenadas sí eran algo justas por culpa de la horquilla reventada), el motor se dejaba acelerar sin problemas y, en general, era como llevar mi GS con carenado y más motor. Así que el pobre Jose se tiraba de los pelos: que le puliera con una “bicicleta” lo llevaba mal, pero que lo hiciera con la Kawa recién estrenada y en un estado lejos de la perfección, lo había hundido. Al llegar a Viver, no pidió revancha, no quiso retornar por donde habíamos llegado, simplemente dijo que nos volviéramos por la N-234, la entonces carretera que llevaba a Aragón (hoy en día está la autovía A-23).
Pero sus desgracias no habían acabado. Así como entramos en la Nacional, ahí estaban “los olivas”, dos Guardias Civiles de Tráfico y su indumentaria “reglamentaria” (casco “huevo”, chaqueta de cuero cruzada, pantalones y botas de montar a caballo), con aquellas horrorosas Guzzi V-65 con carenado “nacional” y un montón de accesorios pesados. En cuanto nos vieron, salieron zumbando a por nosotros....ay, ay, ay...
Pues no, no nos pararon, simplemente el “jefe” se puso delante mío, y el “segundo” entre Jose y yo. Cuando me di cuenta, el GC estaba con su hierro a tope (medio gas con la Kawa) y al llegar a la primera curva, vi esa típica imagen que indica picada: miró por el retrovisor para ver a que distancia estábamos, entró a caño y saliendo con el puño a fondo volvió a mirar si me había sacado algo... no fue el caso... y picada que hubo.
No sé si alguna vez os habéis picado con un Guardia de Tráfico “de los buenos” (hay de todo, por mucho curso que hayan pasado), pero os puedo asegurar que le saben sacar el jugo al aparato que llevan ocho horas al día, seis días a la semana, por carreteras que las tienen “tatuadas en los cojones” como me dijo un veterano de Requena. Sí, podía seguirlo bien, pero hay que reconocer que íbamos como dos psicópatas... (je, je... buen ejemplo dábamos... una moto “civil” persiguiendo a un “picoleto”... el mundo al revés). Total, que un montón de kms después, con una sonrisa en la cara “el jefe” cortó gas y me miró con cara de “lo haces bien, chaval”. Al poco llegó su compañero. Y bastante más tarde... llegó Jose, con una cara entre roja y verde. Pobre chaval, que lo puliera yo con una 600 no le hizo mucha gracia, pero que luego se lo pulieran dos picoletos con aquellos hierros italianos de varillas y balancines... Era como si hubiera comido m....
Eso sí, fui un buen amigo, pagué la primera cerveza... y no le dejé que se emborrachara esa noche...
Perdí a Jose hace ya más de veinte años. Pero aun lo recuerdo cuando voy por Alcublas. Algún día igual lo llamo y quedamos para unas picadas. ¿Qué moto tendrá ahora?
Miguel.
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