27 octubre 2011

CON EL "A DE PLATA" EN EL BOLSILLO. 19- Muchos años sin mis amigos (y tres): Ricardo -o "intercambio de identidades"

Miré un día la fecha del carnet de conducir, y me di cuenta que hace más de veinticinco años que aprobé el permiso importante, "el de moto", el A (en aquella época, A2). Así que me he propuesto daros un poco la brasa y contaros manías y anécdotas que me han ocurrido durante este tiempo. ¿Hasta cuando?... no lo sé, según me vaya acordando (algo difícil con este cerebro cada día más reblandecido que tengo)... o cuando digáis basta...

19- Muchos años sin mis amigos (y tres) 
El mayor de los problemas que tenemos los motoristas es muy simple: nuestra afición es peligrosa, muy peligrosa. Para mi desgracia, durante estos años he tenido que sufrir la pérdida de varios amigos, o lo no más agradable de ir a ver a otros al hospital.

De los que nos dejaron, voy a contar tres historias durante sus respectivas semanas, porque siempre los llevo en mi cabeza, en mi corazón... porque siempre viajan conmigo cuando salgo a dar una vuelta. Esto va para todos los que ya no están con nosotros.

Ricardo -o "intercambio de identidades"-


Ricardo era mi primo hermano. Yo soy el mayor de los primos, y a mi me tocó enseñar a “los pequeños”. A Ricardo le enseñé a montar en bicicleta, lo llevé a manifestaciones “pro-moto”,  lo introduje en el MotoClub, viajó conmigo a concentraciones o carreras, me pidió consejo cuando preparó su Derbi Variant, se compró su primera moto “de verdad” siguiendo mis indicaciones... y hasta que lo perdimos un maldito día de lluvia, salíamos juntos siempre que coincidíamos en los turnos de trabajo.


Un día fuimos al habitual Lliria-Alcublas-Altura (sí, otra vez esa... es mi favorita por proximidad y tipo de curvas), yo con mi Yamaha TDM 850 y él con su Aprilia Europa 125. Total, que al llegar al final, le dije de hacer la vuelta intercambiando las motos. Como podéis entender, el cambio (para los dos) era muy grande: yo pasaba de un motor bicilíndrico de 80cv lleno de par... y potencia, de una moto alta y pesada, a una pequeña y ligerísima 125 que hasta que no abría la válvula de escape no aceleraba nada y que al llegar a tope se paraba casi de golpe (el típico “freno del dos tiempos”). Mi primo, sin embargo, se encontraba con un inmenso paquidermo de manillar altísimo con un motor que aceleraba mil veces más, fuera al régimen que fuera.
Eso sí... no íbamos despacio.

En La Cueva Santa (lugar de parada... y de esperar a otras motos para picarse) había un motero con una Kawa ZZR 600 roja, que tardó poco en ponerse en marcha al vernos. Yo le estaba cogiendo el ritmo a la 125, por lo que lo dejé que nos alcanzara y adelantara, a ver si podíamos seguirlo... y hubo que aplicarse mucho, mucho, mucho.... pero detrás iba yo en cuanto él dudaba un poco en una frenada, o en la trazada de una curva. Reconozco que sudé la gota gorda, pero llegamos “al cruce de abajo” (ahora hay una rotonda) los dos juntos... y Ricardo llegó al momento. 


El motero se quedó mirándome no muy bien... no le hizo mucha gracia que un tío de 1'88m y 90kg lo hubiera seguido con una simple 125. Pero claro, imaginaros el careto que se le puso cuando le dijimos que nos habíamos cambiado las motos... recordad, tan distintas en todo... y supo que para Ricardo era la primera vez que cogía una moto “gorda”. Se dio cuenta que si mi primo y yo hubiéramos llevado las nuestras, pues posiblemente no hubiera podido ni seguir a “la pequeñita”.

Así que, como comprenderéis, seguro que el motero no dormiría muy bien aquella noche pensando en la forma que se lo habían pulido... y en lo bien que estábamos haciéndolo Ricardo y yo... 
je, je, je...




Durante todos estos años, el pañuelo que Ricardo solía llevar en el cuello ha ido atado a mis motos. Él siempre se viene a pasear conmigo. Y yo contento que sigamos montando juntos.

Miguel.

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