07 octubre 2011

CON EL "A DE PLATA" EN EL BOLSILLO. 16- Si tienes equipamiento... ¡te lo pones! (y dos: el casco)

Miré un día la fecha del carnet de conducir, y me di cuenta que hace más de veinticinco años que aprobé el permiso importante, "el de moto", el A (en aquella época, A2). Así que me he propuesto daros un poco la brasa y contaros manías y anécdotas que me han ocurrido durante este tiempo. ¿Hasta cuando?... no lo sé, según me vaya acordando (algo difícil con este cerebro cada día más reblandecido que tengo)... o cuando digáis basta...


16- Si tienes equipamiento... ¡te lo pones! (y dos: el casco)

Por suerte cada vez más la gente se va concienciando, incluso este verano la verdad es que he visto a poquísima gente sin casco. Bueno, algunos chiquillos con sus ciclomotores siguen llevando “el gorrocasco”, esto es, el integral colocado en la frente, que rápidamente bajan a su posición normal ante el Agente de turno. Supongo que lo llevarán así para que se les vea el careto, porque despeinarse... o te despeina el casco, o lo hace el viento.

Y es que en eso sí hemos avanzado todos... incluso los ciclistas: el casco te salva la vida, o te evita lesiones cerebrales, o que te dejes la cara en el abrasivo asfalto. Ya casi todos lo tenemos claro. Pero hace años esto no era así... incluso quedaba mal el llevarlo puesto “para que llevas casco, si vas en ciclomotor” o “en ciudad no hace falta” o “sólo lo gasto en autovía”. Curioso, es el mismo argumento que utiliza mucha gente para no hacer uso del cinturón de seguridad... en algo teníamos que superar a “los cocheros” por mucho que fastidie al infame Pere Navarro.
Así que aquí van dos anécdotas, por si eres de los que no te pones el casco “porque voy aquí al lado”, de los que no
se lo abrochan “porque me estrangula” o de los que no cierra su abatible “porque me agobia”.


-El paragolpes del Seat 127.
Entre el 127 blanco y el rojo hay una diferencia que a mi me salvó la vida. Iba yo con mi Vespa 200 en un tiempo en el que nadie llevaba casco. Había quedado con unos amigos para cenar en un “chino” y, como siempre, llegaba tarde... había que correr. Vas por las típicas calles que te conoces bien, en este caso por una con una bonita curva abierta de izquierdas... a trazar se ha dicho. Y en mitad de la trazada un bonito “pozalazo” de agua sucia y jabonosa de alguna señora que había fregado la escalera. En cuanto lo pisó, la Vespa se cruzó de las dos ruedas, y yo me iba de lado hacia un Seat 127 que estaba aparcado en la acera. Llegué incluso a pensar “si le doy de lado, posiblemente no me caiga y pueda continuar”... y de repente la 200 salió del charco, agarró, y yo salí escupido “por orejas”... de cabeza hacia el Seat. Le di con lo alto de la cabeza, sin casco por supuesto, en el paragolpes metálico. Estaba sentado en el suelo, y no hacía otra cosa que palparme la cabeza y mirarme las manos... pero no había sangre. Se arrimó un señor preguntándome cómo estaba, y yo sólo repetía “mi cabeza, cómo está mi cabeza, por donde sangro” y el señor me calmó dicíendome que no, que no tenía nada.

La suerte que tuve fue que pegué contra el paragolpes de un 127 como el rojo de la derecha, con esa humilde pero eficaz tira de goma. Si hubiera pegado contra uno como el blanco... posiblemente el forense hubiera tenido que desencajar mi craneo reventado del tope metálico. Suerte. Mucha suerte.


-La acequia.
Cuando hice “la mili” entre el 86 y el 87, tuve que vivir los últimos meses de la obligación de salir “de uniforme”. Yo la hice por mi quinta (o sea, forzoso) en Paterna, un pueblo muy cercano a Valencia, por lo que me dieron “pase pernocta” y podía ir a dormir a mi casa. Además, tuve la suerte de conseguir una autorización de aparcamiento para moto en el Cuartel. Eso sí, tenía que entrar y salir de uniforme... y obligatoriamente con un casco inmaculadamente blanco. Así que compré mi NZI, mi “Mk 1” (ver "la manía de los cascos personalizados") y por obligación lo llevaba puesto.

Bueno, pues todas las tardes teníamos que seguir el ritual los que estábamos autorizados a aparcar nuestras motos: uniforme impecable, pelo corto, casco blanco... y a esperar “el toque de paseo”, que era cuando abrían el portón. Ya lo podéis imaginar: salíamos todos en tropel y yo aplicaba el poderío de mi Vespa 200 ante un montón de ciclomotores trucados y Primaveras con el obligatorio 125. Enfilábamos hacia Benimamet saltando las vías del tren y haciendo unas pocas curvas antes de una recta... si llegaba yo primero, ya nadie me alcanzaba hasta la Carretera de Ademuz, y ganaba yo. Y ese era uno de esos días: llegué primero a las curvas y... un olor penetrante me llegó a la nariz un poco después de ver un reguero de líquido en el asfalto “lo pasaré en diagonal y listo” ¡Ja! Aquello era gas-oil y sin darme cuenta estaba volando -literalmente- por los aires, cayendo de espaldas en la acequia de un campo que había al lado de la carretera. Abrí los ojos y por encima mío vi pasar un soldado por aquí, un ciclomotor por allá, otro soldado... En total caímos nueve, por lo que os podéis imaginar el espectáculo de ver el campo (que por suerte estaba abandonado y no tenía árboles) lleno de motos y soldados por el suelo.


Empecé a valorar daños: la Vespa bastante tocada del frontal y el cófano derecho, el uniforme roto por todos lados y el casco... el casco sólo tenía un golpe, producido por un saliente de la acequia, justo donde empieza la nuca. Si hubiera golpeado ahí sin él... bueno, pues quizá ahora estarías viendo fotos de las últimas novedades para el 2012 en vez de estar leyendo esto...





¿Qué, te he convencido aunque sea un poco? Pues ya sabes: casco SIEMPRE, bien abrochado, y cuanto más equipamiento lleves con protecciones específicas para el motorismo, mejor para tu salud.
Porque valoras tu salud... ¿no?  

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