14 octubre 2011

CON EL "A DE PLATA" EN EL BOLSILLO. 17- Muchos años sin mis amigos (uno): Juan P. -o "Da una vuelta con la 370"-

Miré un día la fecha del carnet de conducir, y me di cuenta que hace más de veinticinco años que aprobé el permiso importante, "el de moto", el A (en aquella época, A2). Así que me he propuesto daros un poco la brasa y contaros manías y anécdotas que me han ocurrido durante este tiempo. ¿Hasta cuando?... no lo sé, según me vaya acordando (algo difícil con este cerebro cada día más reblandecido que tengo)... o cuando digáis basta...



17- Muchos años sin mis amigos (uno) 
El mayor de los problemas que tenemos los motoristas es muy simple: nuestra afición es peligrosa, muy peligrosa. Para mi desgracia, durante estos años he tenido que sufrir la pérdida de varios amigos, o lo no más agradable de ir a ver a otros al hospital.

De los que nos dejaron, voy a contar tres historias durante sus respectivas semanas, porque siempre los llevo en mi cabeza, en mi corazón... porque siempre viajan conmigo cuando salgo a dar una vuelta. Esto va para todos los que ya no están con nosotros.

Juan P. -o “da una vuelta con la 370”-
Jugando a las cartas con Juan... Campamento de Primavera de 1983.
Juan P. era de “mis mayores” en el Grupo Scout donde estuve ocho años de mi juventud. Siempre iba “enchufado” con su Puch Minicross subida a 75cc... lo típico de la época. Pues bien, por una carambola del destino, acabó teniendo una Bultaco Frontera 370 Mk-11b: En la Falla de sus padres compraron a precio de saldo la moto, porque la fábrica ya había cerrado y el distribuidor de la marca intentaba librarse del stock. La idea era hacer una rifa para sortearla, pero no lo hicieron una vez ¡lo hicieron tres veces!... y nunca salía ganador. Así que Juan acabó comprándola nuevecita, lista para matricular, a precio de risa.

Tened en cuenta que ya en aquel año la Frontera era “un hierro”. Los japoneses ya estaban en España, el fenómeno Trail estaba entrando aquí con fuerza y aquellas XT, XL, DR y KLR (y sus competidoras europeas) eran muy superiores: iluminación con batería, frenos de disco delante y algunas atrás, mono-amortiguador progresivo, motores cuatro tiempos algunos con arranque eléctrico y otros con refrigeración líquida... vamos, lo que hoy en día consideramos normal... y que esa Bultaco no tenía.

Pero aquella moto, tan diferente por antigua de lo que veía en el Moto-Verde (aquel de mucha letra y fotos en blanco y negro), me enseñó una lección: lo importante para un motorista es TENER MOTO. La 370 de Juan sería una antigualla, pero me moría de envidia al verlo pasar “alto de vueltas” por mi calle, adelantar a nuestro autobús cuando íbamos de acampada, salir de lado en los cruces, o cuando nos llenaba de polvo las tiendas de campaña rodando por las pistas de alrededor... mientras yo seguía a pie aspirando a, como mucho, un simple ciclomotor. Así que si sueñas con otra moto diferente a la que tienes, o no te llega el presupuesto para más que algo viejo de segunda mano... adelante con ella y goza. Andando o en coche no se disfruta igual...

Bultaco Frontera Mk-11 "b"
Bueno, pues aquella blanca Mk11-b era la niña de mis ojos (la moto más “grande” de la gente del Grupo Scout) y Juan dejaba con indulgencia que este pesado se la cuidara. A saber cuantas veces se la lavé, le miré el nivel del aceite del primario, cuantas veces le engrasé la cadena, cuantas veces la arranqué...
Pero un día llegó la mala noticia: la vendía. Para mí fue un mazazo el pensar que ya no vería entrar por la calle a esa alta Bultaco. Le ayudé a lavarla con mimo por última vez, y llegó la gran sorpresa: Juan se arrimó y me dijo algo así como “te lo has ganado... da una vuelta con ella por el descampado”, un solar que había cerca.

Total, que llegó el momento de cumplir mi sueño... yo que, de marchas, apenas había llevado algún ciclomotor o una Montesa Enduro 75-L que devolví parada... no abrí la llave de gasolina. Vamos, que lo mío eran las pequeñas cilindradas y automáticas... recordar que era un crío... sobre los quince o dieciséis...
Todavía recuerdo el ritual que seguí: Abrí el paso de caldo. Starter en posición uno. Comprobar que está en punto muerto. Sacar la palanca de arranque. Una patada laaaarga, desde arriba hasta bien abajo. Y, por supuesto, aquella Mk-11b de carburador pequeño y admisión por láminas (que no, que no me equivoco... era una “b”, la blanca Mk-11 descafeinada. En Enduro acabaron con las Pursang TT Mk-12), arrancó sin problemas. Fuera starter. Subí a la moto... vaya diferencia hacerlo con el motor vibrando bajo mío. Dos golpes al gas. Apreté el embrague y metí primera...
Quité la marcha. Di otro golpe de gas. Paré el motor. Me bajé y le dije a Juan “ya la he probado”.

No me atreví a conducirla. Jamás me he arrepentido de ello. Lo más fácil es que hubiera acabado por los suelos, con todos los problemas que hubiera ocasionado. Igual no. Pero jamás me he arrepentido, nunca. No debía hacerlo, y no lo hice. Le acaricié el depósito (algo que he continuado haciendo con los años) y me despedí de ella para no volver a verla.


Gracias Juan, por hacer realidad uno de mis sueños. No lo olvidaré nunca.

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