23 julio 2011

Operación verano: La apuesta, la Impala y la historia oculta. (3 de 6)

Operación Verano.
Lo siento chicos y chicas, pero uno de los problemas graves de no tener portátil es no poder escribir para vosotros. Además, que entenderéis que algunos estamos de "vacaciones"... esto es, los niños lo están, y los padres tenemos que cuidarlos. Así que difícil lo tengo para escribir.
Pero bueno, aprovechando que cuando iniciamos Voromv nos leía poca gente... ¿porqué no  "desempolvar" mis primeros envíos? Así que permitirme la osadía y haré como en las cadenas de televisión: reposiciones para verano.
Nos leemos de nuevo (y con nuevo) en septiembre.
(Novela) LA APUESTALA IMPALA Y LA HISTORIA OCULTA.


3 de 6- Se hace de día.

  Acabo de despertarme en un viejo bar de carretera. Arto de lluvia y oscuridad, he visto sus luces encendidas y he parado. “la cafetera todavía no está caliente” me dice el dueño. Total, que me he sentado en un rincón  a que la máquina estuviera a punto y el calorcito del lugar me ha dejado frito. No sé cuanto rato habré cabeceado, pero ahora hay tres clientes con cara de sueño, olor a café y en las ventanas ¡un cielo despejado acompaña al alba!

  Mucho más animado me pongo en marcha. Un copioso desayuno (dos tazas hasta arriba y cuatro tostadas con mermelada), una larga visita al baño, repostar (que poco chupa la jodida, apenas toca el 5 a los 100) y a la carretera. Tal como me comentaba un camionero en la gasolinera, la tormenta la he dejado atrás y ahora todo va a ser asfalto seco.

  No sé que pasa, pero el desayuno, el sol, el calorcito que poco a poco va aumentando y, por que no decirlo, el comportamiento de la Impala me están haciendo zamparme los puertos de montaña que me obliga a recorrer el gps sin apenas darme cuenta. Bueno, algo sí noto ¡me lo estoy pasando de miedo!. Los kms caen sin descanso y yo apenas noto algo de incomodidad en el culete.

  Es hora ya de almorzar, pero necesito tirar un poco más, me hace ilusión almorzar en un barecito de carretera secundaria al que de vez en cuando, cuando podemos salir todo el domingo sin que las mujeres nos atosiguen, vamos a comer la peña. Es el típico bar que todavía sobrevive en fin de semana, manteniendo y aumentando por el boca a boca una clientela fiel.
  Cuando llego no me sorprende ver un montón de motos en la puerta. Siempre nos han recibido muy bien, incluso la propietaria en el rincón del fondo colgó una pizarra de corcho para que pusiéramos fotos de nuestras excursiones. La cocina solo se puede catalogar de sobresaliente: todo exquisito y a precio de bar. Perfecto. Y también hay que reconocer que otro de los motivos son las dos hijas de la dueña: una de ellas es bajita, pero curvilínea, como una Salma Hayek  con pecas y pelo castaño. La otra no es mucho más alta, pero su cuerpo fibroso lo hace parecer…. Joder, cuantas discusiones hemos tenido los colegas de con cual nos quedamos. Bueno, realmente tenemos claro que no hay futuro aquí: se nota que son hermanas en que las dos son exactamente igual de impermeables a halagos, palabrotas y cualquier tipo de sandez que vertemos sobre ellas.    Será que no les gustan los motoristas… Ni siquiera mi Impala, la cual causa sensación allí donde para, les llama lo más mínimo atención. Ellas se lo pierden.


(continúa dentro de dos días)

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