Peggy ha sido, hasta el nacimiento de
mis hijas, el amor de mi vida. Pero también lo ha sido el de mi
mujer.
Saltamos unos ventipico años adelante
en el relato cronológico de mis memorias, pero es que Peggy ha sido
muy importante en mi vida.
Peggy era una preciosa Aprilia Pegaso
650 de 1996. Yo la compré a mediados de 1998, en perfecto estado,
con muy poquitos kilómetros, y a un precio ridículo.
De hecho ese día iba yo, con el
dinerito contante y sonante, a comprar y llevarme una Yamaha XT
Ténéré que ya había probado días antes. Pero en la misma tienda,
justo al ladito, estaba esa belleza negra, brillante, elegante,
sobria, discreta e imponente. Y costaba la mitad que la XT. Pensé
“Llevo muchos años esperando para comprarme una XT,
puedo esperar
un poco más, porque la ocasión la pintan calva, ya me compraré la
tan largamente anhelada Ténéré más adelante, ahora me puedo
llevar esta preciosidad por tán solo 280.000 ptas (unos 1700€).”
Y así lo hice. Y todo perfecto.
Y llegó el primer sábado y, junto con
mi inseparable compañero de rutas, mi amigo Pau Pi, y su Bandit 400,
enfilamos hacía Andorra para comprarme un casco a la altura de las
circunstancias por el camino más largo que se nos ocurrió, para
probarla a fondo. Mucha curvas, de las larga y de las ratoneras, 4
puertos de montaña y varias decenas de kilómetros de esas
nacionales que haces a 140 fácil.
Con Pau teníamos una costumbre, que
era que, ya que siempre teníamos motos muy diferentes, a mitad de
ruta nos intercambiábamos las monturas, para duplicar la diversión,
las sensaciones, el conocimiento. Mientras él tuvo la Honda XR600,
la Bandit 400 y la SV 650, yo tuve la Yamaha SRX600, La BMW K75 de mi
hermano (que él no la usaba, se la tenía que rodar yo) y la Peggy.
Pues habiendo hecho los 2 patadas de
kilómetros con la pequeña monocilíndrica 600cc de Yamaha, y
habiéndola disfrutado, y pensando los 2 que esa moto era imbatible
en pequeños puertos de montaña, por su par motor y por su
manejabilidad, ambos acordamos que Peggy le daba mil vueltas, que era
la mejor moto que habíamos probado para curvear los infiernos de los
Pirineos. Y eso que también habíamos llevado su todopoderosa XR600.
Pero la entrega de potencia de la Honda era mucho más brusca,
violenta e incontrolable. Y, por supuesto, las ruedas de tacos, a la
hora de tirarte a tumbar sobre asfalto, flaneaban demasiado para
llevar un buen ritmo constante y fácil.
Peggy me dió infinidad de alegrías y
momentos de orgasmo motero. Incluso me atreví, con el paso de los
años y cuando ya tenía mucha experiencia sobre ella, a seguir las
salidas de unos amigos con sus enduros 250 y 400. Ellos alucinaban
mucho con mi voluntad, y obviamente yo, con los neumáticos mixtos,
no les podía seguir, pero tampoco me esperaban demasiado, o por lo
menos nunca me hicieron ver que yo les molestase. Al llegar a las
trialeras era donde de verdad empezaban los problemas, pero, ya
sabéis, con la tozudez de uno y la solidaridad motera de los otros,
siempre la sacábamos de esos atolladeros de barro pastoso y esas
rocas para los que Peggy no había sido ni diseñada ni preparada.
Peggy estuvo conmigo el primer día que
fui a buscar a la que, aún hoy (y aún no me explico el porqué,
pero doy gracias por ello cada día), sigue siendo mi mujer. Peggy
vió y vivió su primera reacción.
-“...no, yo en moto no voy. Es que me
dan miedo, es que nunca me he subido a una... Pero es muy bonita esta
¿eh?”
-”Si, mira, te la presento, Txell,
esta es Peggy. Peggy, ella es Txell, es una nueva amiga que conocí
hace un par de días y a la que quiero causar buena impresión,
pórtate como ya sabes...” mientras le acariciaba la joroba del
depósito.
Se le pusieron los ojos como platos, me
miró con la cara de quién acaba de ver un conejo resolviendo una
ecuación de segundo grado, y balbuceó
-”... ¿le hablas a tu moto?..., ¿le
has puesto nombre?..., ¿le haces mimos?, no sé cual de las tres
cosas me inquieta más...”
No está mal como tarjeta de
presentación a una chica a la que pretendía ligarme. Pensé “esta
ya no vuelve a quedar conmigo”. Y mientras yo ya maquinaba cómo
volar hasta mi casa y cambiar moto por coche lo más rápido posible,
antes de que la primera cita se convirtiese en la última, ella soltó
con un fino hilo de voz temblorosa
-”si me prometes que no correrás y
que irás con cuidado, excepcionalmente me atreveré a subir contigo,
para no tener que ir a hacer el cambio de vehículos”.
Antes del segundo mes de relación me
encontré un día metiendo a codazos a Txell dentro de la moto, pues
se estaba descolgando ya mucho más que yo, del gustillo que le había
cogido a las plegadas.
Peggy tenía una particularidad que la
hacía única. Y la descubrí de una manera muy curiosa: cuando me
tocó ir a pasarle la primera ITV. Llegué a la estación de ITV,
hice el papeleo inicial y la cola, y me tocó ya meterla a ella.
Primera prueba: luces e intermitenes, los delanteros todo ok. El
operario va a la parte posterior del vehículo, intermitentes ok,
luces de posición ok y entonces empieza el jaleo:
-“apriete el freno trasero..., aja,
ok... ahora apriete el freno delantero... aprietelo..., ahora
aprietelo...”
-”hace ya un rato que lo estoy
apretando”
-”pues no se enciende el piloto, a
ver si se va a haber fundido justo ahora... Vuelva a apretar el
trasero..., vaya, pues con el trasero si que se enciende...”
Viene hacia mi, observa detenidamente
la maneta mientras la acciona un par de veces, mete la mano en las
llaves, me apaga la moto y ¡saca las llaves y se las queda él!
-”por favor, empuje la moto hasta
allí, coja el resto de documentación del vehículo que tenga y
venga conmigo a la oficina”.
Yo no entendía nada, pero hice lo que
me dijo. Una vez en la oficina, me invitan a tomar asiento, se acerca
al que estaba allí sentado, tras el escritorio, le comenta algo en
voz baja y se va. Y me quedo sólo con el jefe de la estación.
El jefe de estación, mientras ojeaba
la documentación de Peggy, mi DNI y me escrutaba de arriba abajo por
encima de sus finas gafas, me dice:
-“¿Sabe usted que esta moto es
robada?”
-”¿Cómo?, ¿perdón?” me
atropello yo a decir mientras rebusco en mis papeles el recibo y la
factura de venta.
-”Mire, esta moto está matriculada
en 1996, y, sin embargo la maneta de freno delantero no lleva el
interruptor del piloto posterior. Y esto es obligatorio en España
para vehículos nuevos desde el año 19XX (no lo recuerdo
exactamente). No así en otros países de la CE...”
A estas alturas de su discurso yo ya
había encontrado la factura y el recibo, y se lo había plantado en
medio del escritorio con la mayor de mis chulerías, orgullo herido y
cara y actitud de “¡ZASCA EN TODA TU PUTA BOCA!” que fui capaz
de acopiar. Y pensé “Ya te darán interruptores de piloto,
bocazas!”.
El jefe cogió mis papeles, los
comprobó y musito
-”ah, ok, ahora lo entiendo todo. Un
momento por favor”. Mientras descolgaba el teléfono y marcaba un
número.
-”Con el Inspector Fulanito, por
favor (tampoco recuerdo su nombre)... Si, ¿Fulanito?, mira, que
tenemos otro caso de estos..., ajá..., ok..., vale, hasta ahora...”
En ese momento los huevos se me
subieron hasta la coronilla, pero el pánico se mezclaba con la
incomprensión e indignación.
-”Mire caballero, ahora se acerca una
pareja de Policías Nacionales, que le tienen que explicar
exactamente lo que pasa con su vehículo. No se preocupe, sabemos que
usted es inocente y que ha sido cómplice involuntario y víctima de
un fraude de falsedad en documento público y compra-venta de
vehículos robados. Sólo le pido que, por favor, tenga la paciencia
de esperar a la Policía en la sala de espera contigua.”
Antes de 10 minutos se personaron allí
una pareja de números de la Policía Nacional, me saludan muy
cortesmente y, ya con toda mi documentación en sus manos, me dicen:
-”Vemos que usted compró esta moto
hace un par de años en Suzuka Motors, en Badalona. Por los motivos
que ya le ha explicado el Jefe de esta Estación de ITV, sabemos que
esta es una moto robada en algún punto de la CE. Además llevamos
cerca de un año investigando y persiguiendo a Suzuka Motors por
estas prácticas. Comprenderá que no es usted el primer caso de
estos. Ya tenemos suficientes pruebas, y está prevista la
intervención en el local antes de un mes. Si usted es tan amable de
pasar por la Comisaría mañana le entregaremos una carta que deberá
usted adjuntar a la documentación de su vehículo, la cual explica
esta circunstancia y le exime de cualquier responsabilidad para
futuras ocasiones. Normalmente deberíamos proceder a inmovilizar el
vehículo para devolverlo a su dueño original, pero este taller
trabaja muy fino y, con el número de chasis cambiado, es imposible
su localización. Y si lo inmovilizamos sólo hacemos que crear otros
perjudicados, en este caso, ustedes los compradores, pero ni nos
ayuda en la resolución del caso ni en la devolución del producto, y
cargamos inútilmente la justicia, pues usted se quedará sin un
vehículo que ha pagado y comprado legalmente -hasta donde usted
sabía-, y pondrá una reclamación por perjuicios que tardará
muchos años en resolverse, y que, probablemente acabe en nada, pues
el denunciado se declarará insolvente para hacer frente a todos los
consumidores perjudicados.”
Me quedé blanco, la mandíbula me
tocaba las rodillas, y mis ojos abiertos como el Túnel del Cadí.
Al día siguiente recogí la carta.
Como curiosidad, en los otros 8 años de vida con Peggy, ni una sola
vez tuve que enseñar esa carta. Ni cuando pasé las otras ITV's, ni
la vez que me hicieron soplar, ni el par de veces que me multaron.
Al cabo de un mes vi en las noticias la
intervención de la Policía en Suzuka Motors por tráfico y
compra-venta e importación de motos robadas de toda Europa y
exportación de motos robadas en España.
Hoy en día, en Badalona existe Suzuka
Ocasió, está en un local muy cercano a donde yo compré a Peggy, y
si buscáis un poco por los foros, tienen entre mala y peor fama, de
hacer todo tipo de pirulillas. Imagino que será la continuación del
negocio por parte del dueño, una vez cumplido con la justicia.
3 comentarios:
No sé porqué, pero algunas motos que poseemos acaban dando más sensaciones, más recuerdos, que otras. Yo mi Suzuki GS 500 la tuve dos años justos (justos justos... del 1 de agosto al 31 de julio) y la verdad es que la sigo echando de menos veintitrés años después. Era tan simple, tan fácil de llevar, tan económica... y también los buenos viajes y picadas que tuve con ella. De hecho siempre que puedo pruebo alguna, y siempre vuelvo con una sonrisa en la boca, porque veo que lo que sentí no fue "pasión del momento" sino algo real.
Y lo del papeleo... tuviste suerte. Tengo un conocido que tiene inmovilizada una Harley-Davidson desde hace dos años por una movida de importaciones ilegales. Él, como tú, lo compró todo siguiendo los cauces legales... pero ahí está, en el garaje sin poderla sacar so pena de quebranto judicial y pérdida definitiva.
Por cierto, me alegro de leerte... a ver si te prodigas más sin que tenga que pincharte... :-D :-D
Miguel, ¿sábes que ahora tengo yo una Sussie GS500 F (Naked) del 2006. Yo, como tú, también estoy encantado con ella, de su economía y simpleza, tanto de manejo como mecánica.
Ayudé, a mitad de abril, a bajarla de la grúa, pues estaba siniestrada y no podía ni rodar empujándola, así que la bajamos, entre el chico del taller y yo, a pulso. Él la fue restaurando y reparando en sus ratos libres, y llegó un día, a principios de julio, en el que le dije que la acabase cuanto antes, que me la quedaba yo, que a mi Derbi Rambla McQueen no le estaban sentando nada bien los 50 kms de autopista diarios que le hacía para venir a trabajar (80 los dias que entreno frontón).
Entonces veo que no tengo nada que contarte... :-)
Oye, a ver cuando nos enseñas la "McQueen". Me has dejado mosqueado...
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