Comenté en qué motos se inspiraba y, sobre todo, que se trataba de un modelo de corte tranquilo, más si nos fijamos en su potencia, peso o frenos (trasero de tambor).
Ahora, hay que reconocer que esta neoclásica inspirada en las BSA de los 50 se presta, y mucho, a que se le "decore" o modifique (me niego, por supuesto, a decir "customice" o mucho peor "tunee" -arrrgggg-). Y del mismo modo piensa Jochen Schmitz-Linkweiler, dueño de LSL, un distribuidor de Kawasaki en Alemania.
La preparación ha ido enfocada en tres caminos: aligeramiento, prestaciones e imagen.
Para el aligeramiento ha habido la correspondiente retirada de piezas supuestamente no necesarias para rodar por los desiertos californianos y las pistas de Flat-Track: guardabarros delantero, luces, retrovisores o matrícula brillan por su ausencia. Además, algunas piezas han sido sustituidas por otras más ligeras, como las llantas, guardabarros trasero, estriberas o manillar, que pasan a ser de aluminio.
Las prestaciones del motor han sido aumentadas con un más ligero y abierto escape y su correspondiente revisión de la inyección. Ello ha hecho necesario mejorar las suspensiones (revalvulado interior de la horquilla de serie, y amortiguadores YSS regulables) y frenos (el delantero recibe un disco Galfer, latiguillo metálico y pastillas de competición).
En cuanto a la estética, bebe de el estilo Dirt-Track y Baja de los felices 60 norteamericanos. El manillar, el asiento, o la máscara de horquilla se inspiran en las realizaciones de aquella época, así como el color de moto y adhesivos.
El resultado lo podéis ver: magnífico. Elegante, divertida y con un toque competi que le sienta estupendamente a la ultra-clásica W 800. La verdad, no entiendo como Kawasaki no saca una versión Scrambler, ahora que todo lo que huele a Steve McQueen vuelve a estar de moda. Mientras... soñaré con esta bella LSL Clubman.
Fuente: Bike Exif
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