UNA DE TALLERES Y MECÁNICOS
Apenas la rueda delantera de mi moto se puso en contacto con el liso suelo de terrazo de mi taller de toda la vida, noté que algo no va bien. Las motos ya no se agolpan como de costumbre a un lado y a otro. Domingo, el jefe de taller, no aparece por ningún lado. Pese a que me indican donde dejar mi moto nadie me pregunta que es lo que quiero. Ahora todo es blanco inmaculado. No hay restos de Harley´s marcado su territorio con un charco de aceite o japonesas retorcidas como si fueran mantequilla tras la última imprudencia de su dueño.
Mis sospechas se van confirmando a medida que avanzo en mis gestiones para que me monten neumáticos nuevos y pastillas de freno en mi RSV mille. Un elegante y estirado joven se presenta para indicarme que es el nuevo dueño, que ha tenido no sé cuantos concesionarios de varias marcas por España y que debo pasar por la oficina para indicar que es lo que deseo que le hagan a mi moto. La señorita que me atiende en aquella pecera acristalada de blanco impoluto, confirma mis sospechas más terribles, limitándose a apuntar al pie de la letra todo lo que quiero que me hagan en la moto, sin parecer tener mucha idea de entender lo que escribe.
Mis sospechas se van confirmando a medida que avanzo en mis gestiones para que me monten neumáticos nuevos y pastillas de freno en mi RSV mille. Un elegante y estirado joven se presenta para indicarme que es el nuevo dueño, que ha tenido no sé cuantos concesionarios de varias marcas por España y que debo pasar por la oficina para indicar que es lo que deseo que le hagan a mi moto. La señorita que me atiende en aquella pecera acristalada de blanco impoluto, confirma mis sospechas más terribles, limitándose a apuntar al pie de la letra todo lo que quiero que me hagan en la moto, sin parecer tener mucha idea de entender lo que escribe.
El día acordado para recoger la moto, el mismo estirado joven que se presentó el primer día me dice que ya está lista y que pase por la oficina a “apoquinar”. Con la misma locuacidad que cuando nos conocimos, la señorita que me multa con un importe de los que te quitan de golpe todos los puntos del carnet, lo hace sin ni siquiera ruborizarse por el atraco que está cometiendo. Es entonces cuando pago, me despido cortésmente, y salgo por la puerta subido en mi moto recién lavada, jurando en arameo que no volveré en mi vida a pisar por allí...
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