27 julio 2011

Operación verano: La apuesta, la Impala y la historia oculta. (5 de 6)

Operación Verano.
Lo siento chicos y chicas, pero uno de los problemas graves de no tener portátil es no poder escribir para vosotros. Además, que entenderéis que algunos estamos de "vacaciones"... esto es, los niños lo están, y los padres tenemos que cuidarlos. Así que difícil lo tengo para escribir.
Pero bueno, aprovechando que cuando iniciamos Voromv nos leía poca gente... ¿porqué no  "desempolvar" mis primeros envíos? Así que permitirme la osadía y haré como en las cadenas de televisión: reposiciones para verano.
Nos leemos de nuevo (y con nuevo) en septiembre.
(Novela) LA APUESTALA IMPALA Y LA HISTORIA OCULTA.

5 de 6- Cerca del hogar.

  Media tarde. Estoy llegando a la cima del último puerto, tan conocido por mí… mi hogar motorista. El ánimo no está bajo, pero el cuerpo está molido. Me he saltado la comida, pese a las quejas de mi estómago. Quiero llegar a casa ya, pero el cuerpo no responde igual, ya no es el mismo por culpa del cansancio.

  Apenas veo el cartel del punto más alto, cuando mi corazón se desboca: en la orilla una moto, dos, tres… muchas, muchas motos. Paro en el arcén y noto los ojos húmedos. Aquí está mi colla, esperándome. Los del pueblo. Los de los pueblos cercanos. Alguno que no me suena. Mis amigos.
  –“Joer, pensábamos que nos ibas a fastidiar también la cena”
  -“Ya era hora que llegaras, seguro que has ido a ritmo de abuela”
  -“¿Qué, cuantas “perlas” le has hecho a la bujía por ir despacio?” y otras joyas similares, que he de reconocer me saben a gloria.

  Total, que después de escuchar algún comentario más, y de recibir golpes y empujones varios (sin abracitos ni besitos… tonterías las justas), arranco la Sport y enfilo la bajada hacia el pueblo rodeado por una nube de motos. El que no sé quien leches es es un menda que llevo delante todo el rato: la moto es la de “El Huevero”, pero seguro que no es él. No sé porqué me suena su figura, su forma fina de trazar… algo lejano intenta salir a flote desde el fondo de mi mente. Su conducción, pero con sonido de dos tiempos. Algo de una foto en blanco y negro…

  Al llegar a la plaza, mas gente del pueblo. La Mari me mira de una forma que promete placeres prohibidos. Montones de niños, pero más de un anciano también. Mi madre, con una cara entre satisfecha y aliviada. Y el tipo que lleva la moto de “El Huevero” para a su lado, se quita el casco… hostias, ¡es mi padre!

  Su abrazo me llena de gozo, noto su orgullo. Pero algo da vueltas en mi cabeza.  ¿Cuántos años hace que no veía montar a mi padre? Siempre que yo llegaba con una moto distinta a casa se la ofrecía a probar, pero él siempre salía con la excusa de su renqueante pierna.    Su pierna… voy recordando: tuvo un accidente… un accidente con la Impala… volviendo de… de… volviendo de una apuesta. Un viaje por una apuesta.    Y ahora recuerdo la foto en blanco y negro. La torre, la misma vieja torre de vigilancia al lado del mar donde “El Ruedas” insistió  tanto en hacerme una foto. Es la misma torre de una foto en blanco y negro que está por un cajón de casa: mi padre con la Sport 175 y con el monumento de fondo. La foto que lleva mi madre entre sus manos.

(continúa dentro de dos días)

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