19 julio 2011

Operación verano: La apuesta, la Impala y la historia oculta. (1 de 6)

Operación Verano.
Lo siento chicos y chicas, pero uno de los problemas graves de no tener portátil es no poder escribir para vosotros. Además, que entenderéis que algunos estamos de "vacaciones"... esto es, los niños lo están, y los padres tenemos que cuidarlos. Así que difícil lo tengo para escribir.
Pero bueno, aprovechando que cuando iniciamos Voromv nos leía poca gente... ¿porqué no  "desempolvar" mis primeros envíos? Así que permitirme la osadía y haré como en las cadenas de televisión: reposiciones para verano.
Nos leemos de nuevo (y con nuevo) en septiembre.
(Novela) LA APUESTALA IMPALA Y LA HISTORIA OCULTA.

1 de 6- La estúpida apuesta.

  Los que me conocen me llaman “El Cabota” (el cabezón) no sólo por el tamaño de mi apéndice. La verdad es que tengo una muy merecida fama de tío coñazo, que cuando se plantea una cosa, no para hasta lograrlo… o lo lleva al hospital.

  Dije que subía con la vieja Frontera por la “cuesta del pollo”, una abrupta subida en Z que llevaba al antiguo criadero de gallinas, llena de piedras como tomates, y lo hice.

  Dije que la Sanglas de “El Picolo” podía vadear el río por la zona del lavadero sin pararse y, pese a sentir por un momento que la cuatro tiempos se iba a calar y con ello acabar corriente abajo, al final la jodida no se ahogó y llegue a la otra orilla.

  Bueno, también dije que con la Mecatecno de trial  que estaba tirada en el solar al lado del Cuartel de los Civiles que podía bajar por el “camino del pico”… y bajar bajé, pero no encima de ella. En mi favor tengo que decir que fue por culpa del freno que falló, porque yo la estaba llevando por el sitio hasta que se embaló más de la cuenta. Se pudo arreglar con unos puntos y un mes de escayola. Y la Mecatecno… bueno, todavía está en el fondo del barranco. Como no es de nadie...
Ilustración de Miquel Graells
  
Pues bien, ahora por culpa de mi cabezonería estoy a seiscientos kilómetros del pueblo, con una lluvia que, si fuera de día, no dejaría ver a más de 50 metros. Y si la luz de la Impala fuera algo mejor, vamos, que si luciera, a lo mejor podría dejar de adivinar hacia que lado es la siguiente curva.

  La cosa empezó como todas, en el Casino de la plaza del pueblo, después de unas rondas.
  -“Yo con esta moto recorrería tantos kms.”
  –“Yo con esta otra iría hasta el Atlas, en África”.
  –“Yo si tuviera esa otra me recorrería la península de punta a punta”
  Y claro, esa bocaza que me caracteriza se abrió: -“para recorrer eso no hace falta tanta moto”.
  -“Ahora dirás que con el hierro de tu padre lo harías”
  -“¿Con la Montesa Impala?. Un sudor frío corrió por mi espalda. Cualquiera le toca la Sport a mi padre. “Con esa 175 sería demasiado fácil” solté.
  
Y pasó algo sorprendente. Mi padre entró en ese momento por la puerta y a los amigotes les faltó tiempo para contarles mi fanfarronada. Y fue cuando se me desencajó la mandíbula: no solo no pasó del tema, sino que además ofreció voluntariamente su joyita para el reto.
  
De repente, “El Surtidor” dijo que pagaba la gasolina y el aceite para la moto. “El Ruedas” dijo que, como tenía que ir a la otra punta del país con el camión nos llevaba a la moto y a mí gratis para que yo hiciera el viaje de regreso. “El Dakariano” me prestaba su gps “con unas rutas grabadas perfectas para tu moto”La Mari me miraba picarona (al final un día me hará pecar) y dijo que ella pagaba dos rondas a todos si llegaba.

  Y sin darme cuenta, estaba en el lío.

(continúa dentro de dos días)

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