04 junio 2011

Los años 80. Cruzar el coto de doñana. By Playadel48.


Antes de que Felipe González viniese al parque de Doñana, allá por 1.984, podíamos cruzar el parque por la playa para ir a la provincia de Cádiz a comer mariscos. Pero claro, a partir de esa fecha, aunque estaba ya expresamente prohibido, volvimos a intentarlo. 

Por aquel entonces circular por la playa, siempre que fuese fuera de los pueblos y del parque  natural no estaba en absoluto perseguido. Supongo que pocos de vosotros habéis tenido esa experiencia. Por la arena dura de la orilla se puede circular rápido, sin apenas cortar, y recorres grandes distancias en un momento.

Íbamos siete u ocho tíos y salimos bien temprano de Mazagón, siempre circulando por la playa. Llenamos los depósitos en Matalascañas y seguimos por la orilla del parque hasta la desembocadura del Guadalquivir sin más incidentes. Desde allí llamamos a una barcaza, que se dedicaba a llevar a la gente entre ambas orillas.

Nos subimos todos, pero la única moto que montamos en la barca fue la mía, al objeto de tener medio de desplazamiento en la otra orilla y comprar gasolina.

A la vuelta, los guardas del coto nos estaban esperando. Los tíos estaban en un compromiso, porque tenían conocidos comunes con amigos nuestros pero había jefes por el parque y no podían dejarnos de rositas.

Decidieron que si no volvíamos a cruzar el coto, montábamos las motos hacia Cádiz, no nos multarían. Pero para eso teníamos que hacer 250 Km para volver a  Mazagón, , en vez de los 50 que hay por la playa del coto, puesto que el primer puente que tiene el rio esta en Sevilla, a 100 km de la desembocadura.  Yo insinué aceptar y amagué a volver  a montar  la moto en la barca, pero esperé a ver que decidían los demás, que finalmente tiraron por la playa sin hacer caso a los guardias del coto, que les habían asegurado que la guardia civil nos esperaría a la entrada de Matalascañas. Salieron todos a la fuga. Todo dios por la playa a tope. Salí detrás de ellos, pero me quede a  quinientos metros de distancia, pensando que de seguro la poli nos iba a esperar. Y así fue.

A un km de Matalascañas había una empalizada, donde dos guardias civiles estaban puestos como de porteros por los huecos por donde podía pasar una moto.  Por eso el grupo de moteros tiro para salirse de la playa y tomar un carril, por el que habíamos entrado para no molestar a los veraneantes. Pero en el carril habían puesto dos cadenas, a distintas alturas  y cuatro civiles mas estaban esperando escondidos.

Se montó un lio de película. Todo dios evitando que le cogiesen la matricula, pero sin saber para donde tirar, porque la arena estaba super blanda. La trampa estaba bien pensada, como no podía ser menos  (la prepararon para proteger al  presidente del gobierno). En los márgenes del carril una zanja imposible de saltar, porque  tenía  contraperalte.  100 metros detrás,  a la altura que comenzaba la zanja, dos guardias civilles pistola en mano cerraban la puerta. Y todos los moteros terminaron por pararse.

A mí fue al único que no cogieron. Como vi la movida desde muy lejos, corté el gas, con tanta suerte que los dos polis de la empalizada, antes de verme,  salieron corriendo hacia las demás motos, que ya estaban dentro de la trampa, para ver matrículas, y dejaron abierta la playa, por donde yo pasé medio minuto más tarde. Molesté a 30 ó 40 bañistas, como es natural. Habría pedido disculpas, pero entre el casco, el ruido de la moto y la prioridad de evadirme hicieron que reservase la cortesía para otra ocasión. Y me escondí en un callejón a esperar acontecimientos.

La guardia civil pudo lucirse por la eficiencia de su dispositivo de seguridad. Bien, pero que muy bien montado. Nosotros conocíamos el terreno, teníamos los mejores vehículos posibles. Y caímos en la trampa como pardillos.  Anda que no es grande el coto. Anda que no tiene escapatorias. Y allí estaban los 7 cabizbajos en aquel pequeño corralillo. Los civiles estaban exultantes de su éxito. Rapidez y limpieza y  fuera de la vista de terceros.

Unos días después pudimos comprobar que la trampa estaba en todas las entradas del coto, no solo en esa. 
Y si yo escapé, en parte fue porque dejaron de perseguirme, porque sabían que sólo éramos unos gamberros y no querían montar un show delante de los giris. Sin duda podrían haberme identificado, incluso cogido.

Lo mas curioso es que las multas no llegaron a buen término. Uno de los implicados se gastó la pasta en un buen abogado que encontró  contradicciones en las multas. Por lo visto los guardias civiles le echaron tanta mala leche, que les pusieron multas de más, hasta rayar en la prevaricación.  Después de un recurso de las multas nunca más se supo.  Más que multarnos lo que querían era probar el dispositivo.  Incluso el hecho de que yo escapara debieron de analizarlo, tanto para mejorar el dispositivo como para estudiar las escapatorias si se superaba la empalizada, tal como yo hice.  

Aquel fue el último viaje a Sanlucar. Ya nunca nada volvió a ser igual. Lejos queda ahora aquellos días en que perseguíamos a los ciervos y a los jabalíes por los llanos de la marisma en verano.  Llanos con kilómetros de largo, con riachuelos de poca profundidad, donde cualquier  animal o  vehículo está en desventaja contra una moto de campo.  Ya no volveríamos a cansar a las perdices desde la moto, para cogerlas después con la mano. 

Continuará.

1 comentario:

mianca dijo...

Buena aventura, yo he cruzado en varias ocasiones por la playa y por dentro del coto, pero siempre dentro de la legalidad, cuando al Rocío y al Rocío chico o cuando se quisiese se podía ir por dentro, era toda una gozada, sobre todo por dentro, por el coto, pasando por delante de la "casa de verano" de Felipe González, el si podía y el resto de mortales no. Yo lo cruce con un trike de Honda, una Dominator, una Africa Twin, una Transalp y una CR125R después de haber corrido un super cross en el Rocío, prueba para el primer campeonato de Andalucía de Super cross. Viejos y buenos tiempos para los moteros.

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