15 octubre 2010

CARRETERAS DE LA VESPA (que todavía existen)


Hoy hemos aprovechado mi compañero Moli (poseedor de una V-Strom) y el menda para dar una vuelta mañanera con las motos. Hemos intentado ir a hacer unas curvas “donde siempre”, pero estas últimas lluvias han dejado el suelo en ese estado en el que ahora pillas seco, ahora humedad, ahora agua. Imposible divertirse. Al final, me ha preguntado qué hacíamos… y yo propuse recorrer aquella carretera-moto que ahora tan lejos me queda, con la que empecé en mis tiempos de la Vespa.

Carretera-moto.
Yo siempre he pensado que las autovías son magníficas: seguras, rápidas, libres de obstáculos. Pero para mí les falta diversión, variedad, disfrute, que son lo que diferencia entre trasladarse rápido de un lugar a otro, lo que por desgracia hacemos habitualmente, y viajar. Para viajar creo que no debemos fijarnos tanto en el reloj, en la media que llevamos, sino en el gozar de la vía, con sus imperfecciones, con sus problemas… con su sabor.

Como la única obligación que teníamos era llegar a la “hora reglamentaria” a casa, el tiempo, dentro de lo que cabe, no nos preocupaba. Y en la carretera-moto que nos hemos metido: algo más de noventa kms. de doble sentido, con líneas continuas y discontinuas para adelantar; travesías de pueblos con ancianos de andar tranquilo, niños atraídos por nuestros colorines y jovencitas de mirada pícara; zonas rápidas y zonas retorcidas donde tumbar a gusto; pequeños tramos de autovía poco después de un paso a nivel con barreras; biondas cercanas, biondas lejanas, sin biondas; una zona plagada de rotondas; y, sobre todo, muchos bares en los que parar si se tercia.




Repostaje.
A mitad de camino hemos almorzado en uno de esos bares de polideportivo. Nuestras motos, con su manillar alto y posición erguida, motor sin muchos caballos pero llenos de par,  con parabrisas que nos cubrían del viento, se comportan como campeonas: no nos machacan el cuerpo, permiten corregir todo tipo de errores y demuestran un comportamiento tanto en lo ratonero como en lo rápido estupendo. Tan es así que, después de comentarlo en el bar, hemos tomado un desvío para darle una pasada a un cercano puerto de montaña. Y después, más carretera-moto.

En su tramo final, la carretera-moto nos ofrece su mejor parte, con bellos bosques en las montañas que rodean el valle por la que circula. Árboles frondosos se juntan con líneas de palmeras, salpicado el entorno de elegantes casas señoriales que posiblemente tengan ya algún siglo. Después de tanto correr, nuestros puños se han relajado, la velocidad ha bajado y hemos disfrutado del lugar.


Ha acabado la carretera-moto y nos obliga la vuelta a la ciudad el coger sus autovías de acceso, cargadas de vehículos que solo quieren llegar rápido a destino…y  nosotros también.
Eso sí, noto con satisfacción como los algo más de trescientos kms. realizados han cansado mi cuerpo, pero han alegrado mi mente. Volver a esta carretera, después de tantos años de tenerla olvidada me han dado paz y disfrute, como ocurrió cuando la descubrí con la Vespa.  Algo que solo circular con una moto por una antigua carretera de doble sentido y plagada de travesías te puede ofrecer.

Ya estoy pensando en cuando volveré…

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