19 septiembre 2013

Las historias del Top Throttle. Pilotando en un mar de zarzas....

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Pilotando en un mar de zarzas......


La Jukebox insistentemente la misma canción, una y otra vez. Estaba estropeada y siempre colocaba el mismo disco, que sonaba desde el alba, hasta el anochecer. Era una melodía triste y melancólica, interpretada por la voz inconfundible de una cantante negra sureña. El lóbrego aspecto del Top Throttle quedaba reafirmado con ese sonido.

Mimí estaba allí, y me quedé observándola.....
Es una prostituta que ambienta el local. El club nunca la contrató, ni tenia un chulo que la “protegiera”. Simplemente estaba ahí. Siempre estuvo ahí.
Independientemente de las características de su oficio, no era mala chica. Seguramente nunca dio para mas. En alguna ocasión pensé que tenia algún problema mental, y me apiadé de ella. Algunas veces, cuando las apuestas me salen bien, le doy algunos dólares, sin pedir nada a cambio. Ella agacha la cabeza, y con la mirada triste, me corresponde con un beso en la mejilla.
Los chicos del pueblo, le llaman Cely, como diminutivo de célula...... Creo que tienen razón, calificándola así. Ese ser, solo responde a estímulos externos, sin tener la capacidad de pensar en nada. Creo que el esfuerzo intelectual que requiere el abrirse de piernas, es lo máximo que puede asumir.
Sus años de esplendor pasaron hace mucho tiempo, pero aún conserva la mirada dulce y cándida, de siempre.
Nunca hice el amor con ella, pero de alguna manera, me quiere. De vez en cuando, me obsequia con algún roce o caricia, que me reconforta. Es el único contacto humano que puedo sentir, a parte del de los puños golpeando a algún rival que no quiere pagar su deuda después de una maldita apuesta, en una maldita carrera.

Mientras estaba ensimismado con Mimí, apareció en el local, mi amigo Mike. Michael Civione.
Somos amigos desde hace tanto tiempo, que no puedo recordar mi juventud, sin que el no este presente en cada uno de los recuerdos. Quizá somos amigos tantos años, porque respetamos nuestras opiniones, sin querer imponer, una sobre otra.
El mas temperamental, y yo mas reflexivo, y en cualquier caso, muy rápido con toda moto que ha pilotado. Que por otra parte, no han sido de las mejores. También ahí le respeto, porque es de los pocos que me han hecho sudar y ponerme nervioso, para poder aguantarle la rueda.

Se sienta a mi lado, observando al igual que yo, las botellas que están detrás de la barra, justo delante de nosotros. Sin mirarnos. No hace falta.
Pide a Michael, un whisky. Me siento bien acompañado.

  • Sal, estoy recordando el día en el que te saliste en aquella curva. Me diste un susto de muerte.
Fue un día de Verano, en el que salimos varios amigos a dar una vuelta. Me sentía inspirado. Comencé a rodar suave y cómodo. Sin darme cuenta, me escapé del grupo. Era uno de esos días en los que todo sale fácil. Sin esfuerzo, todo sale bien.
Saqué tal distancia, que me detuve un tiempo. Me decidí a mirar el nivel del aceite, solo para ver si tenia suficiente. Apoyé las manos en el suelo, con los guantes puestos, , y verifiqué que todo estuviera bien.
De repente oí las motos, y las vi pasar, y le hice gestos para que continuaran. Arranque la moto de una patada y me dispuse a seguirlos. Que bien, así tendría la oportunidad de volver a pasarlos. Un gran día.

Yo tengo la costumbre de frenar con la yema de los dedos, porque me da mas tacto.
Ese día entraba frenando fuerte, en todas las curvas. Llegó la primera..... Me dispuse a frenar, pero de repente la maneta se me escapo de los dedos. ¡Maldita sea!.
Aunque la curva no era difícil, me quedé sin espacio.
No tenia mas alternativa, que salirme recto. Volví a apretar la maneta de freno, para disminuir algo la velocidad, antes de la catástrofe. Lo peor es que me dirigía hacia un terraplén cortado, de mas de un metro. Di un salto impensable, para esa moto, y me encontré tras el vuelo, en un zarzal espesísimo. Un mar de zarzas. Allí me detuve, al final.
Intenté bajar de la moto, pero no pude. El zarzal me rodeaba por completo, aguantando a la moto y a mi, de manera vertical. Solo me quedaba esperar a que los demás advirtieran mi ausencia, y volvieran a por mi.

Al rato llegó Mike. No puso ni el caballete cuando paró. Tiró la moto al suelo. Jadeante,y nervioso, gritó:
  • ¡¡¡ Sal, Sal !!! ¿estas bien?
  • ¡¡¡ Si Mike. No puedo salir de aquí. Échame una mano!!!

Llegó el resto del grupo y sumaron esfuerzos para sacarme de aquel atolladero. Poco a poco fueron empujándome y consiguieron encaramarme a la carretera, llenos de arañazos.
Aún nervioso, Mike preguntó:
  • ¿Como ha ocurrido?
En ese momento vi mis guantes y lo entendí. Estaban recubiertos de una mezcla de aceite y polvo. Al sacar la varilla, y sin darme cuenta, se me impregnaron los guantes de aceite, que mezclado con el polvo, resultó una fórmula muy deslizante. Por eso se me fue la maneta de entre los dedos.

  • Lo lamento Mike. Fue un descuido de novato,
  • Afortunadamente fue una batallita que podemos recordar, y reírnos de ella.
  • Si, si, pero no te imaginas lo apurado que me vi.

Nos reímos a carcajadas. No recuerdo cuando fue la última vez que lo hice.......

  • Sabes, Sal....
  • Espera, Mike. Michael, sácanos una botella de tu mejor whisky. Y deja preparada alguna que otra mas.

Nos sentamos en la mesa que teníamos detrás.
Michael ha entendido el plan, coloca la botella en el centro de la mesa, y dos vasos acompañándola.
Comenzamos a conversar. El tiempo se detuvo. En esa noche no iban a pasar las horas. Los recuerdos y vivencias, iban a ocupar su lugar.

Mi buen amigo Mike, buen whisky y todo el tiempo del mundo, por delante. Después de mucho tiempo, he vuelto a sentirme vivo......
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2 comentarios:

Anónimo dijo...

Sí, lo recuerdo.

Aquel era el típico día en que todo les salía bien. Aquella rugiente moto y Sal siempre se entendian, se compenetraban... y juntos volaban de curva en curva, sin que apenas pudieramos seguir el aroma del -poco- aceite quemado que dejaba una ligera bruma azul al acelerar fuerte. El momento en que los dos se sintonizaban, nadie podía seguirlos.

Pronto les perdimos la pista. Nosotros (ahhh... aquella twin que tantos placeres me proporcionó, que fácil era llevarla rápido sin esfuerzo), encabezando el pelotón perseguidor, apenas los atisbabamos... ¡bastante teniamos con intentar separarme de Andrew y su poderosa monocilíndrica! Eso sí, los demás lejos, muy lejos. Intentábamos mantenernos en lo negro en aquella retorcida y resbaladiza carretera que tantas batallas ha presenciado. Verlos parados en la cuneta, haciendonos gestos de que continuáramos, confirmó que hoy le tocaba jugar a ganar a él... a ellos.

Pero cuando nos agrupamos en el pueblo siguiente... no llegaban. Sal y su moto no llegaban. Eso no podía ser... aquella bicilíndrica no hacía honor a su mala fama, no fallaba nunca. Así que sólo había un motivo para la tardanza.
Recorrer la carretera, de pie, atisbando entre los matorrales... y en el fondo de los barrancos... fue una dura sensación. Cómo los vería. Qué vería realmente. Y cuando los encontré atascados en las zarzas... no pude evitar el reir en mi interior. Habían tenido suerte, una suerte infinita. Sal no tenía absolutamente nada... excepto los guantes manchados. Y su máquina, había que mirarla con mucho detenimiento para descubrirle alguna marca, eso sí, después de retirarle todo el "camuflaje" que llevaba alrededor.

Así que amigo Sal, sí, esta noche repetiremos. Habrá más humo, más whisky, más historias... porque seguimos viviendo nuevas, seguimos adelante. La primera botella la pago yo.

Mike C.


Por supuesto, os habréis dado cuenta... para mi, cuando sales en moto, no vas solo. Vas con ella. Así que siempre conjugo el plural...

Voro dijo...

Con todas la vivencias que Sal y Mike han tenido juntos, seguro que una de ellas, al menos, tenia que caer......

Lo del Whisky ¡ya!

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